El acto de comer debe ser controlado conscientemente para responder a una necesidad fisiológica, y no a determinadas apetencias generadas por el hambre emocional, que nos lleva a ingerir alimentos de forma impulsiva afectando nocivamente nuestro bienestar integral.
Índice
¿Qué es el hambre emocional?
El hambre emocional es un trastorno en la función alimentaria vinculado a la ansiedad que nos producen ciertos factores emocionales, por lo que recurrimos a comer aún sin tener apetito real, para gestionar la causa del desequilibrio que nos aqueja.
En la mayoría de los casos, quienes sufren de este tipo de hambre no están al tanto de ello y buscan aplacar frustración, tristeza, angustia, aburrimiento o estrés en la ingesta de alimentos específicos.
¿Qué lo provoca?
Las causas que actúan como detonantes del hambre emocional suelen relacionarse con el estado emocional de la persona y tienen un marcado componente psicológico.
- Causas psicológicas
A nivel cerebral, algunos alimentos están hechos de ciertos compuestos que afectan el cerebro. Estas sustancias activan ciertos circuitos neuronales que producen recompensa, alegría y bienestar.
- Causas físicas
A nivel fisiológico, existen desequilibrios metabólicos y cambios hormonales producidos por niveles bajos de leptina que conducen a hábitos alimenticios y consumos compulsivos de alimentos.
Sentimientos negativos, baja autoestima, conflictos en el entorno, forman parte de las motivaciones principales que inducen a las personas a comer impulsivamente, sin tener hambre fisiológica.
La alimentación se convierte en una forma de encarar sentimientos y emociones.
Consecuencias del hambre emocional
Entre los más comunes se encuentran:
- Sobrepeso u obesidad, pues las personas convierten en costumbre el comer sin sentido, estableciendo malos hábitos alimenticios.
- Posibilidad de padecer otros trastornos, como bulimia o anorexia.
- Reforzamiento de sentimientos negativos, desacreditación individual, debido a la inadecuada canalización del problema, haciendo sentir a la persona incapaz de resolverlo, activando un ciclo nefasto de dependencia hacia la comida.
La necesidad emocional por comer acarrea problemas de salud, que pueden aparecer en cualquier momento.
Diferencias con el hambre real
El hambre emocional se diferencia fundamentalmente del hambre real porque el móvil que impulsa a comer se corresponde con un estímulo interno o externo que produce determinada emoción en la persona.
Aparece de forma repentina, incluso tras habernos saciado con una ingesta previa.
El hambre física o real se manifiesta de forma gradual, en respuesta a una necesidad del organismo para cubrir requerimientos energéticos: las personas comen de forma consciente y saludable, consumiendo alimentos que cumplen una función nutritiva.
¿Cómo saber si tengo hambre emocional?
Cuando comer ya no significa algo que se hace para nutrir y se percibe la urgencia de ingerir algún alimento específico, buscando un alivio inmediato del que no podemos controlarnos, tenemos que ponernos en guardia pues podemos estar sufriendo de hambre emocional.
Los alimentos demandados con desesperación son por lo general hipercalóricos.
De forma inconsciente se establece una relación errónea con la comida, pretendiendo superar los problemas emocionales al consumir alimentos compulsivamente.
¿Cómo acabar con el hambre emocional?
El primer paso es aceptar que se tiene un problema y tratar identificar sus causas, para no dejar que las emociones influyan directamente en la necesidad de comer.
A veces es difícil revertir esta situación a modo propio y se recomienda a las personas buscar apoyo profesional con el objetivo de encontrar una relación provechosa con los alimentos, así como un comportamiento más funcional con la comida y sus emociones.
La idea es buscar medidas o tratamientos que conlleven a resultados que aseguren cambios de manera saludable y sostenible.
En este sentido, aportamos las siguientes recomendaciones:
Acudir al nutricionista
El nutricionista orientará al paciente en cuanto a la planificación adecuada de su alimentación; utilizará técnicas de nutrición y de comportamiento para que el paciente establezca una relación consciente y saludable con la comida.
Evitar productos con componentes adictivos
Es importante mencionar el poder adictivo de ciertos alimentos: aquellos que se denominan ultra procesados o cuyos ingredientes son azúcar refinada o harina.
El consumo de estos productos puede ser adictivo porque activan el sistema de recompensa del cerebro mediado por la dopamina, un neurotransmisor que potencia las conductas placenteras.
Huid del glutamato monosódico y edulcorantes artificiales, presentes en la gran mayoría de bollería industrial.
Aplicar técnicas de relajación
Por ejemplo, mediante la meditación. Puede ayudar a recuperar la calma cuando aparezcan las ganas desesperadas de comer.
De esta manera habrá menos probabilidad de cometer desorden alimentario.
Tratamiento psicológico
Existen terapias de carácter cognitivo-conductual para tratar diversos trastornos alimenticios y el hambre emocional.
El objetivo consiste en modificar la función alimentaria.
El tratamiento permite al paciente comprender la correlación entre sentimientos y voluntad de comer, aporta técnicas para el manejo de la ansiedad y control de los desencadenantes emocionales que conducen a comer impulsivamente.
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